Luis Enrique Peñuelas Carrillo
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En un inicio, existió una horda primitiva, que se agrupó alrededor de una Ley, que era dada por el Padre primordial. El Padre primordial fue el primer Padre que existió, por eso recibió el nombre de primordial. Él era el encargado de mantener el orden de la horda, a través de una Ley que dictó para la horda, y a través de su continua supervisión. El Padre primordial era quien regulaba el placer (la energía sexual o libido) dentro de la horda, al prohibirla entre sus miembros, y centralizarla entre Él y las mujeres de la horda; los hombres de la horda no podían mantener contacto sexual con las mujeres. A través del control de la libido, los hombres podían descargarla en la admiración hacia el Padre primordial, lo cual les permitía obedecer la Ley de manera férrea, porque existía descarga sexual en el cumplimiento de los deberes que el Padre asignaba a los hombres de la horda. El Padre primordial era quien poseía mayor fuerza dentro de la horda, y por tanto, era el encargado de protegerla de otras hordas, así, las mujeres quedaban a salvo de abusos sexuales de otras hordas, y los hombres, de ser asesinados. El Padre primordial era quien resguardaba la horda, al ordenarla por medio de una Ley, y protegerla de otras hordas, a través de la fuerza; Él poseía el poder de la horda. A su vez, el Padre primordial poseía el control de los recursos de la horda, es decir, del alimento, y del hogar, al decidir quién podía vivir dentro de ella y quien no, según se considerara un peligro para el orden de la horda. El Padre primordial tenía el poder de dar el alimento y de quitarlo, de permitir tener donde vivir, y de quitar el lugar donde vivir. La única condición del Padre primordial era que se siguiera la Ley que había dictado sin condiciones, para que el orden pudiera existir, y la horda permanecer cohesionada sin amenazas. Un día, los hombres de la horda se comenzaron a descontentar con el Padre primordial, porque poseía demasiado poder, y específicamente les desagradó, que tuviera el control de la libido de las mujeres, que le impedían tener placer sexual con ellas. De esta manera, se dieron cuenta que ellos no podían acceder al placer sexual, y que su acceso a los recursos de la horda, como la comida, quedaban restringidos por el Padre primordial. Así, el descontento de los hombres de la horda terminó en una conspiración hacia el Padre primordial, y decidieron que para poder acceder al placer sexual con las mujeres, necesitaban quitarle la vida: cometer parricidio.
Un día le quitaron la vida los hombres de la horda, y se sintieron de repente liberados de la Ley del Padre primordial, y pudieron tener placer sexual con las mujeres de la horda. Decidieron que para no cometer los atropellos que ellos consideraban, fueron cometidos por la Ley del Padre primordial, era necesario reunirse y formar una Ley en conjunto: fue así como surgió el primer acuerdo político que fundó el derecho, y con ello, una Ley fundada por la política. Por otro lado, la apariencia de liberación, se revirtió en culpa por haber matado a su Padre primordial, porque también lo amaban, ya que Él había fundado una Ley que les protegió de la violencia de otras hordas, y les dio comida y vivienda; la maldición del Padre primordial fue que al desaparecer físicamente al ser asesinado, ahora se había metido dentro de cada uno de los hombres de la horda: el Padre se volvió símbolo. Ahora, cada miembro de la horda, cada mujer y hombre añoraban al Padre primordial, lo extrañaba y quería recordarle, en su apariencia, su rostro, su Ley, sus pasos, querían hacerle presente en ceremonias especiales dedicadas a su recuerdo, a su memoria. Los hombres sintieron culpa por haberle matado, y para calmar sus ansias de castigarse a sí mismos, requerían de una manera que pudiera calmarles, y poder quedar bien consigo mismos, aliviando el dolor que sentían por haberle matado; así, formaron los rituales, en los cuales querían recordar a su Padre primordial, sus pasos, sus líneas faciales, sus expresiones, sus formas, y cosas que le caracterizaran, y dieran cuenta de su recuerdo. Así, decidieron identificarse simbólicamente con su Padre primordial, lo cual les distinguía de otras hordas: a la identificación simbólica particular de la horda, se le denominó Tótem. Una horda era hija de un Tótem, es decir, del recuerdo simbólico nostálgico de su Padre primordial.
Referencias
Freud, Sigmund (1929, 1930). "El Malestar en la Cultura" en Obras Completas (BN. Tomo III, pp. 3017-3067), Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, Sigmund (1921). Psicología de las masas y análisis del Yo. Madrid: Alianza.
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